lunes, 18 de febrero de 2013

VACACIONES FOODIES: MANUAL DE INSTRUCCIONES


"Un foodie es un foodie siempre, pero especialmente en vacaciones". He aquí este magnífico manual de instrucciones que ha publicado JESÚS TERRÉS en Condé Nast Traveler. AQUÍ os dejo el texto:

El foodie es un espécimen peculiar. Me explico, hasta ahora íbamos (más o menos) bien servidos de razas y tribus de distinto pelaje: teníamos a los geeks (sin vacaciones, obviously), las chicas cosmo (París, claro), los hipsters (Berlín o New York, si hay leña), habitantes del Barrio Salamanca (Mustique, los Fiordos o lo que digamos en Traveler que está de moda). También había aficionados a la buena mesa, pero eran notarios o (peor) directores de banco a la espera de que la parienta diese el visto bueno al viaje peñazo de turno. No sé, a Pedroñeras. La fiesta madre.
Pero hoy todo ha cambiado. Hoy todo el mundo es foodie. Pero todo el mundo, desde la treintañera cinéfila hasta el creata del estudio de diseño de Barcelona. Y es que donde mires encuentras clubs del gourmet, blogs gastronómicos, revistas de lifestyle, recetas, malenis y restaurantes con cursos de hacer sushi o prepapar un gin-tonic, faltaría más.
un foodie es foodie siempre, pero especialmente en vacaciones. Este es su manual de instrucciones:
1) Agosto o nada. Dicen los listillos que las vacaciones mejor en septiembre o junio. Que todo es más barato, que no hace tanto calor... ¡NO ME DIGAS! ERES UN GENIO, TÍO. Las vacaciones son en agosto y ya está. Una semana en mayo no son vacaciones, es Dios haciendote un masaje con las manos de Melanie Laurent y una botella de Jacques Selosse.
2) Thermomix y gadgetolandia. Donde cayó Avon y Círculo de lectores, allí triunfó la Thermomix. Y es que a la chita callando y gracias a su silencioso ejército de comerciales con el pelo liso, no hay casa de gastrópata sin el cacharro ése del demonio. Al alimón, una pregunta ¿en serio metes cuatro ingredientes y sale una lasaña?
3) Turisteo mal. El turisteo no mola. Hasta aquí, todos de acuerdo. Especialmente en agosto (riñoneras, chanclas, sudor y colas en museos), que es mes de cruceros y novios pagando a plazos una semana a todo trapo (beber lambrusco sin mesura, concepto de “a todo trapo”) en, no sé, Roma o Egipto. Una cosa loca.
4) De bodegas, viñedos y enopatía. Imposible imaginar unas vacaciones sin visitar un par de bodegas y hacerte un Burdeos, un Toscana o un Champagne como Dios manda. Al hilo de Entre Copas o Un Buen Año, en verano apetecen viñedos. Lamentablemente, agosto no es buena época para visitar bodegas dado que es el peor mes para nuestros amigos viticultores. ¿Que por qué? Porque son sus únicas vacaciones antes del infierno que es la vendimia. ¿Solución? Pillarse un picnic, pasar de la bodega y beberte un par de botellas en el viñedo. Al fin y al cabo todo lo que has de saber sobre el vino está ahí.
5) Michelin, 50 Best y los 101 Restaurantes que visitar antes de morir. Viñedos no, pero restaurantes gastronómicos sí. Grandes restaurantes, esos de menús con treinta platos y una sinfonía para recordar siempre (olvidé las óperas y los conciertos, ¿pero las grandes comidas? imposible) y es que agosto, insisto, es el mes perfecto para arañar kilómetros al mapa y atacar el Celler de Can RocaMugaritz o Le Calandre. Carretera y manta, amigos.
6) Basta de deconstrucciones. El foodie está cansado de experimentos. Sabe que el tesoro es el producto y que lo verdaderamente milagroso no es hacer un estofado deconstruido, sino hacer el guiso de siempre. Estamos hartos de gastrobares, tecnococina y neo-brasseries. Y es que muchas barras han mutado en un espectáculo de playfoods y mamonadas sin sentido, pero a la hora de comer queremos comer.
7) "La vida es un país extranjero". La frase es de Kerouac y sí, es cierto, no tiene un carajo que ver con el párrafo, pero anda que no mola. Al lío: el aficionado a la buena mesa no pisa un aeropuerto a no ser que no sea absolutamente necesario. Es decir, sube a un avión para visitar Tokio, Perú o Copenhague. Pero a la Toscana, a Beaune o a Champagne se viaja en coche (o en tren) y si el viaje se te hace largo te aguantas y haces kilómetros e improvisas y te pierdes y duermes en ese pueblo cuyo nombre no recuerdas. Aquel a medio camino de tu destino y la nada. Aquella noche por la que mereció la pena todo el viaje.
8) Tecno-social-foodies. Nuestro querido foodie es un tecnócrata de cuidado. Y es que cómo vivir sin Evernote, sin el iPad o sin Twitter para presumir de aquella mesa con vistas en Akelarre. Imposible, eso no es vivir. Y es que además hoy tenemos motivos para estar (un poco) más felices: Apple se ha rendido a nuestros encantos y nos ha reservado un canal enterito en el Apple Store: Food & Drink.
Y el último mandamiento, el más importante:
9) Ser un disfrutón. Y es que foodie suena un poco como a nenaza snob. Gastrónomo es fatal (tan gris) y del término “cocinillas” ya imaginan lo que pienso. Ni caso. Hay que ser un disfrutón. Sin distancias, poses (las justas y necesarias) ni imposturas. Disfrutar cada plato, cada ciudad y cada desayuno. Como un disfrutón.
Mi canción para esta entrada: "IF I KNEW" , de BRUNO MARS, en su álbum titulado "Unorthodox Jukebox"

5 comentarios:

Mirna dijo...

Para todos los que nos encanta el rubro gastronómico, esta bueno irse de vacaciones a lugares que una puede probar diferentes alimentos y poder aprender técnicas para hacerlos. Si bien EEUU, se caracteriza por mucha comida chatarra, he conseguido Hoteles economicos en Nueva York para tus vacaciones que tienen cocinas internacionales, por eso te lo recomiendo

MIGUEL DÍAZ dijo...

Muchas gracias por la recomendación, Mirna. A los que nos gusta viajar y conocer la gastronomía de los países visitados, nos vendrá de perlas este comentario.

Gracias de nuevo por la visita y un saludo!

Viajamos Juntos dijo...

Como amante de la gastronomia me encanto, muchas gracias le dejo mi blog de la
Selva Misionera

SACE dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
SACE dijo...

Un artículo bien construído, con gracia y de una actualidad candente; me ha encantado, gracias Miguel.